
Los acontecimientos se suceden a un ritmo vertiginoso. Tanto que, con la respiración aún agitada y sin apenas tiempo para tomar una decisión meditada, accionas el contacto, pisas el embrague, metes primera y pisas el acelerador a fondo.
Mientras las ruedas patinan sobre el pavimento, en un chirriado intento de seguir el ritmo que tú misma te has marcado, te compruebas el carmín en el retrovisor mientras ves como todo pierde nitidez a tus espaldas y lentamente se aleja...