
A pie de fiordo, en Milford Sound, las dimensiones se pierden
a la vez que las cumbres se erigen imponentes cual desafío de horizontes.
Entre las moles rocosas, un barco crucero de juguete,
diminuta envergadura que alberga cientos de pasajeros dormidos entre las olas sinfónicas,
y que traen, escondidas bajo su almohada,
todas sus ilusiones encerradas en un puño.